jueves, 10 de marzo de 2011

Sueños compartidos

La industria cultural es un fábrica de sueños.
¿Quién no soñó alguna vez con los personajes de Lost, la nena de La Llamada o el elenco de Grande Pa?

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Julieta

¡Ah, gentil Romeo!

Si me quieres, dímelo de buena fe.

O, si crees que soy tan fácil,

me pondré áspera y rara, y diré « no »

con tal que me enamores, y no más que por ti.

Mas confía en mí: demostraré ser más fiel

que las que saben fingirse distantes.

Reconozco que habría sido más cauta

si tú, a escondidas, no hubieras oído

mi confesión de amor. Así que, perdóname

y no juzgues liviandad esta entrega

que la oscuridad de la noche ha descubierto.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Mentira

_ ¿Te gustó?
_ Sí

domingo, 7 de noviembre de 2010

El martillo

Hace poco me dio por decorar mi departamento, en el que habito hace poco más de cuatro años. Decorar mi departamento implica básicamente decorar sus paredes, ya que sus dimensiones no hacen lugar a demasiados objetos suntuarios. La no posesión de martillo fue una de las causas principales debido a las cuáles la decoración se retrasó un poco. Pero, estando próxima a abandonar el país, motivada quizás por la extensa permanencia realizando mi tesina, me surge la pulsión por clavar. Clavar lo que sea clavable a la pared por medio de clavos, objetos que, aunque parezca extraño, siempre hubo, de varios tamaños y formas.

Aprovechando una visita a lo de una amiga, le pido prestado su martillo. Primero le pregunto si tiene y, ante su respuesta afirmativa, le pido prestado su martillo.

El martillo no es el artefacto pesado e incómodo que imaginaba. Es más, es bastante liviano, práctico y manipulable, con decir que fácilmente puedo guardarlo en mi enorme cartera para trasladarlo por las quince cuadras que lo separan de mi casa. Empero, rigurosamente evito sobrecargar mi cartera hasta de objetos livianos, por el bien de mi cartera pero sobre todo de mi hombro. Así que decido caminar hasta mi casa con el martillo en la mano.

A. se quiere ir del país porque le robaron el Blackberry. A mano armada, en un hecho de obvia implicancia traumática. Ahora insiste en que no puede salir a la calle sin que le roben. Con este ya van cuatro hechos de inseguridad que empañan su historia en Buenos Aires: ya tres veces le habían pungueado la billetera. Teme transitar por las calles de esta ciudad pensando que una muerte violenta la está esperando a la vuelta de cada estadística, en la esquina de cada historia, a la plena luz del día de los medios o en la noche de las desgracias que se relatan de boca en boca.

Yo sufrí cuatro episodios de inseguridad. Una vez me sacaron una pequeña billetera con siete pesos de una carterita Candy bandolera. Otra vez, en un amontonadero del 124 con habilidad robaron mi billetera con 25 pesos, dos boletos capicúas y una tarjeta de débito. Nunca más guardé boletos capicúas. Fue peor cuando en hora pico, intentando salir de la estación Pellegrini entre una marea de gente que avanzaba despacio, me agarró un repentino ataque de paranoia mientras, sin darme cuanta, alguien abría mi mochila y se apoderaba de mi Motorola C115 monocromático con plan prepago, obligándome a comprar nuevamente el teléfono "más barato" que había pasado de valer ochenta a valer ciento cincuenta. Pero el más traumático fue durante el cumpleaños número 20 de una amiga. Su amplio departamento estaba lleno de gente amiga, gente que yo más o menos conocía y sus compañeras de la Universidad Austral. Como corresponde, dejé la cartera en la pieza, sobre la cama, junto a las demás carteras. Al regresar en un taxi, me percato de que alguien la había abierto, sustrayendo todo el dinero que tenía. Por suerte que no iba en taxi sola y los demás se ocuparon de pagar mi parte. Este último suceso debe contabilizarse como víctima de delito, como hecho de inseguridad, como caso testigo de la caida de un capitalismo imposible donde el desconocimiento de la propiedad privada ha sido sistemáticamente integrado.

Como eran cerca de las 12 de la noche, y desde que la dueña del martillo fue víctima de robo en la puerta de su casa, el alegre paseo me da un poco de aprehensión. Así que eso agrega un plus de practicidad al martillo, pienso, quién se acercaría a hacerme daño portando ese amenazante arma en la mano. Camino hacia mi casa, más rápido de lo habitual, no tanto por miedo sino por el pudor que me lo que estaría pensando la gente al ver a una damisela con semejante artefacto en la mano. Pienso en lo liviano que es. Pienso en cuantas situaciones violentas podríamos evitarnos simplemente si nos acostumbráramos a llevar un martillo en la mano por la vía pública. Pienso y un frío me corre por la espalda.

domingo, 31 de octubre de 2010

Five o' clock tea

Tell me on a Sunday please
Cuando Chipré, en su imponente living tomó el teléfono y presintió su inminente muerte, fue un instante de sutil ansiedad. El gatito gris que vivía en su ventana desde hacía tres días llegaría muy pronto a un final parecido si la aflicción impidiera a quienes fueran a participar de la situación ocuparse de su cena. Recordó también que la cerradura de la puerta principal había sido cambiada y que los interesados tendrían que ingresar por atrás, ahogándose con el polvo y las telarañas de la abandonada dependencia de servicio.
Ya eran las cinco de la tarde y su hermano Second jamás se retrasaría más de 15 minutos. Imaginó entonces los gritos y el escándalo de su cuñada Teresita contrastando con la languidez de su marido. Posiblemente traerían con ellos al pequeño Giuliano, su sobrino, al menos según su madre. Éste jamás habría de olvidar la desilusión de no haber podido, ese día, saltar en la cama king size de su tío.
Lo más probable sería que alguien activara un al instante un teléfono celular, porque nadie se atrevería nunca más a tocar un tubo que fue tétricamente sujeto por la mano de un cadáver.
Irrumpiría de pronto Mateo, con Belén casualmente detrás de él, secándose las lágrimas con papel tisú y balbucceando nimias, << treinta años>>.Mateo seguramente se sentiría molesto por la interrupción de su cotidianeidad, aunque no lo diría. Vendría apurado con lechuga entre los dientes, ya que dice practicar el vegetarianismo desde los siete años.
A esta altura de los hechos el portero ya debería haber tocado, obligando a que se destrabe la puerta de entrada, por lo que la vecina de enfrente acercaría aún más la ventana a su ventanal; a la vez que el psiquiatra del tercer piso, que estaría bajando las escaleras para llegar al hospital a las seis y media, también participaría de las novedades.
En el living el televisor permanecería aún encendido en la interminable película alemana, mientras frente a la pantalla se interpondría el médico de la familia, o lo que queda de ella, hablando demasiado bajo como para reparar en lo que dice.
Nadie habría visto entrar a Mariano, y nadie sabría quién le podría haber avisado, pobre Mariano que observaría todo con los ojos desmesuradamente abiertos y sería el único en percatarse de la  pava ya quemándose en la cocina. Pobre Mariano, Chipré por segunda vez se había olvidado de avisarle que no iría a la reunión, pero él jamás repararía en eso, sólo tocaría la frente helada de su compañero de trabajo, su amigo o su hermano del alma que jamás se enteraría de que lo era. Afortunadamente habría llegado porque sería el único en avisarle a Sofía, la única persona que Chipré quería ver en ese momento.
Ya estaría anocheciendo y Second se encontraría en la planta alta hablando inaudiblemente con el médico y sintiéndose muy importante a causa de ello, mientras Teresita lo llamaría desde el balcón adonde habría salido a tomar aire. Giuliano estaría tratando de taparle el campo visual a la vecina, mientras la abúlica Belén lo perseguiría con preceptos en contra de jugar delante del tío muerto.
Aburrimiento.
Chipré sólo desearía poder levantarse en ese momento y, exalando su materia cadavérica, tomar a Mateo del cuello y golpearlo contra la pared, apretarle la garganta hasta que se muera, mientras el forense continuaría indiferente examinado el teléfono. Pero sabe que a esa altura ya sería un sosegado cadáver sin un aliento de vida; y tampoco podría rogar a alguien hable con Sofía de su parte, sabiendo que sólo ella con su infinita sensibilidad se compadecería del gato gris que de otra manera moriría de hambre sin haber tenido siquiera un nombre.
Pero habría otra posibilidad: Mateo, consumido por la culpa y por un temor infundado, se arrojaría de rodillas al piso para confesarle todo a Second con gritos desgarradores. En ese instante un rayo haría estallar el ventanal del frente y Sofía entraría corriendo, quizá empapada, a sollozar delante del cuerpo. El gato desde algún lugar saltaría furioso sobre Mateo y lo atacaría, resistiendo estoicamente las embestidas de Teresita con un abrecartas.Pero aún así, de seguro Second arruinaría la adorable escena, ya que se sentiría tan avergonzado que diría que ya nada tiene importancia si su hermano no va a revivir. Es que al fin y al cabo, Second siempre fue un poquito imbécil. Mientras Mateo, con arañazos pero vivo, estaría convenciendo a Sofía de llevarla a su casa, Second abrazando a su mujer, Mariano sensatamente lejos y Belén apagando el televisor, Chipré pensó que su presencia o su ausencia estaría dando lo mismo.Todos retornarían a su aburrida rutina, el suceso sería contado muchísimas veces, se agregarían o quitarían hechos, pasaría a formar parte del repertorio de anécdotas y más de uno lo utilizaría banalmente para mostrarse interesante. Sólo Giuliano al crecer no recordaría nada, excepto, vagamente, que un gato gris se le acercó y le susurró que se pusiera contento, porque, tarde o temprano, la cama grande sería para él.
Y volvió Chipré a encontrarse sólo en su living,  ya habiendo agarrado fatalmente el tubo del teléfono, al momento que una descarga fulminante salía del aparato.Y la electricidad recorrió su cuerpo, mientras escuchaba el puntual timbre de Second, y luego, la nada.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un oscuro día de justicia

Rodolfo Walsh
Allí acabó la felicidad, tan buena mientras duraba, tan parecida al pan, al vino y al amor. Recuperado Gielty sacudió al saludante Malcolm con un mazazo al hígado, y mientras Malcolm se doblaba tras una mueca de sorpresa y de dolor, el pueblo aprendió, y mientras Gielty lo arrastraba en la punta de sus puños como en los cuernos de un toro, el pueblo aprendió que estaba solo, y cuando los puñetazos que sonaban en la tarde abrieron una llaga incurable en la memoria, el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza, mientras un último golpe lanzaba al querido tío Malcolm del otro lado de la cerca donde permaneció insensible y un héroe en la mitad del camino.
Entonces el celador Gielty volvió, y con la primera sombra de la noche en los ojos, miró una sola vez la hilera de caras majestuosamente calladas y de banderas muertas, se persignó y entró rápido.

Un oscuro día de justicia

sábado, 23 de octubre de 2010

Razones para practicar ejercicios abdominales

¿Que pasa dentro tuyo?
¿Quien eres de verdad?
Esperas de mi algo
que no te puedo dar
Perdoname si sufres
no era mi intención
no quise lastimarte
y hoy te digo adios
Estábamos viendo Ni idea con las chicas. Alguien comenta qué horribles las medias de Alicia Silverstone.Yo profetizo que las bucaneras muy pronto serán moda.
No se extrañen si, en breve, se ponen de moda los topcitos.