domingo, 31 de octubre de 2010

Five o' clock tea

Tell me on a Sunday please
Cuando Chipré, en su imponente living tomó el teléfono y presintió su inminente muerte, fue un instante de sutil ansiedad. El gatito gris que vivía en su ventana desde hacía tres días llegaría muy pronto a un final parecido si la aflicción impidiera a quienes fueran a participar de la situación ocuparse de su cena. Recordó también que la cerradura de la puerta principal había sido cambiada y que los interesados tendrían que ingresar por atrás, ahogándose con el polvo y las telarañas de la abandonada dependencia de servicio.
Ya eran las cinco de la tarde y su hermano Second jamás se retrasaría más de 15 minutos. Imaginó entonces los gritos y el escándalo de su cuñada Teresita contrastando con la languidez de su marido. Posiblemente traerían con ellos al pequeño Giuliano, su sobrino, al menos según su madre. Éste jamás habría de olvidar la desilusión de no haber podido, ese día, saltar en la cama king size de su tío.
Lo más probable sería que alguien activara un al instante un teléfono celular, porque nadie se atrevería nunca más a tocar un tubo que fue tétricamente sujeto por la mano de un cadáver.
Irrumpiría de pronto Mateo, con Belén casualmente detrás de él, secándose las lágrimas con papel tisú y balbucceando nimias, << treinta años>>.Mateo seguramente se sentiría molesto por la interrupción de su cotidianeidad, aunque no lo diría. Vendría apurado con lechuga entre los dientes, ya que dice practicar el vegetarianismo desde los siete años.
A esta altura de los hechos el portero ya debería haber tocado, obligando a que se destrabe la puerta de entrada, por lo que la vecina de enfrente acercaría aún más la ventana a su ventanal; a la vez que el psiquiatra del tercer piso, que estaría bajando las escaleras para llegar al hospital a las seis y media, también participaría de las novedades.
En el living el televisor permanecería aún encendido en la interminable película alemana, mientras frente a la pantalla se interpondría el médico de la familia, o lo que queda de ella, hablando demasiado bajo como para reparar en lo que dice.
Nadie habría visto entrar a Mariano, y nadie sabría quién le podría haber avisado, pobre Mariano que observaría todo con los ojos desmesuradamente abiertos y sería el único en percatarse de la  pava ya quemándose en la cocina. Pobre Mariano, Chipré por segunda vez se había olvidado de avisarle que no iría a la reunión, pero él jamás repararía en eso, sólo tocaría la frente helada de su compañero de trabajo, su amigo o su hermano del alma que jamás se enteraría de que lo era. Afortunadamente habría llegado porque sería el único en avisarle a Sofía, la única persona que Chipré quería ver en ese momento.
Ya estaría anocheciendo y Second se encontraría en la planta alta hablando inaudiblemente con el médico y sintiéndose muy importante a causa de ello, mientras Teresita lo llamaría desde el balcón adonde habría salido a tomar aire. Giuliano estaría tratando de taparle el campo visual a la vecina, mientras la abúlica Belén lo perseguiría con preceptos en contra de jugar delante del tío muerto.
Aburrimiento.
Chipré sólo desearía poder levantarse en ese momento y, exalando su materia cadavérica, tomar a Mateo del cuello y golpearlo contra la pared, apretarle la garganta hasta que se muera, mientras el forense continuaría indiferente examinado el teléfono. Pero sabe que a esa altura ya sería un sosegado cadáver sin un aliento de vida; y tampoco podría rogar a alguien hable con Sofía de su parte, sabiendo que sólo ella con su infinita sensibilidad se compadecería del gato gris que de otra manera moriría de hambre sin haber tenido siquiera un nombre.
Pero habría otra posibilidad: Mateo, consumido por la culpa y por un temor infundado, se arrojaría de rodillas al piso para confesarle todo a Second con gritos desgarradores. En ese instante un rayo haría estallar el ventanal del frente y Sofía entraría corriendo, quizá empapada, a sollozar delante del cuerpo. El gato desde algún lugar saltaría furioso sobre Mateo y lo atacaría, resistiendo estoicamente las embestidas de Teresita con un abrecartas.Pero aún así, de seguro Second arruinaría la adorable escena, ya que se sentiría tan avergonzado que diría que ya nada tiene importancia si su hermano no va a revivir. Es que al fin y al cabo, Second siempre fue un poquito imbécil. Mientras Mateo, con arañazos pero vivo, estaría convenciendo a Sofía de llevarla a su casa, Second abrazando a su mujer, Mariano sensatamente lejos y Belén apagando el televisor, Chipré pensó que su presencia o su ausencia estaría dando lo mismo.Todos retornarían a su aburrida rutina, el suceso sería contado muchísimas veces, se agregarían o quitarían hechos, pasaría a formar parte del repertorio de anécdotas y más de uno lo utilizaría banalmente para mostrarse interesante. Sólo Giuliano al crecer no recordaría nada, excepto, vagamente, que un gato gris se le acercó y le susurró que se pusiera contento, porque, tarde o temprano, la cama grande sería para él.
Y volvió Chipré a encontrarse sólo en su living,  ya habiendo agarrado fatalmente el tubo del teléfono, al momento que una descarga fulminante salía del aparato.Y la electricidad recorrió su cuerpo, mientras escuchaba el puntual timbre de Second, y luego, la nada.

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